Historia de México

domingo, 26 de junio de 2016

LA JORNADA. LA LUCHA DE LOS MAESTROS.26-06-2016

LA JORNADA. 26 de Junio de 2016
Guillermo Almeyra
Los maestros y el cambio en la conciencia popular
Lo que para un país es política nacional, en el resto del mundo forma parte de la realidad internacional, o sea de relación de fuerzas mundial entre los explotados y oprimidos y sus explotadores y opresores. Las escandalosas agonías del kirchnerismo argentino y del Partido de los Trabajadores brasileño reforzaron en efecto la dominación capitalista en todos los países; por el contrario, las huelgas francesas y en particular la heroica y larga lucha de los maestros agrupados en la CNTE, dan ánimo a los trabajadores y los ayudan a avanzar políticamente y a elevar su nivel de conciencia.
Por eso prefiero analizar las posibles consecuencias de lo que a mi juicio hay que destacar, aunque en estos días se concentraron acontecimientos muy importantes. Quedan, pues, para otra ocasión los posibles efectos del retroceso impuesto por la presión nacional al gobierno francés en su primitiva decisión de prohibir, por primera vez desde la guerra de Argelia, la realización de una manifestación sindical. O del voto de los trabajadores británicos –contra la intelectualidad, las clases medias y el establishment– por la salida de la Unión Europea. O la derrota del gobierno italiano y la altísima abstención electoral y el fin de los combates en Colombia logrado con mediación cubana o, por último, las elecciones en España en las que seguramente la derecha sufrirá un duro golpe.
Los maestros –en particular los rurales– forman la parte peor pagada y menos considerada de la intelectualidad mexicana. Son un puente entre las instituciones de un semi Estado corrompido y reaccionario y el sector más pobre de la población (indígenas, comunidades, pueblitos dispersos, colonias populares). Desde la orilla institucional, el Estado les paga una miseria para que enseñen las cuatro operaciones matemáticas esenciales, a leer y a escribir algo sencillo y para que difundan –tal como los medios de información– la ideología de las clases dominantes para mantener sometidos durante toda la vida a sus alumnos, porque el gobierno teme a los ciudadanos y quiere fabricar súbditos sumisos. Pero, desde sus lazos con la realidad social aprenden a pensar críticamente y se sindicalizan rechazando a los charros,que son agentes del gobierno y del capital. Por eso, en todos los continentes los maestros surgieron siempre líderes sindicales y populares.
Destruir su fuerza sindical, matar o encarcelar a sus dirigentes independientes, ha sido y ahora, en particular, es el objetivo del gobierno, que no puede aceptar la resistencia obrera y popular (como la de los electricistas del SME o de los maestros de la CNTE) y, como no tiene una fuerte oposición en el terreno político, busca eliminar también la social y sindical.
Además, en su periodo de ascenso, el capitalismo necesitaba mano de obra sana y con un mínimo de educación para manejar las máquinas cada vez más complejas. Ahora, en cambio, los gobiernos hablan sobre el “capitalismo de conocimiento”, pero pensando en los técnicos e informáticos, pues consideran “excedentes” y carísimos a los trabajadores poco o mal instruidos que antes producían en masa. De ahí las reformas a las leyes de educación en todas partes (Argentina, Brasil, México), los bajos salarios de los maestros y el intento de reprimir a las organizaciones magisteriales.
Mientras esas organizaciones aparecen enfrascadas en luchas sólo sindicales, por legítimas que sean, no faltan los ignorantes, los imbéciles y los envidiosos que critican los supuestos privilegios de los profesores. Pero Ayotzinapa y ahora Nochixtlán y las movilizaciones populares subsiguientes han abierto muchos ojos y destapado muchos oídos. Amplísimos sectores sociales (eclesiásticos, pequeños comerciantes, pequeños empresarios, profesionistas como los médicos y los profesores universitarios, estudiantes que se preparan para dirigir México en el futuro) defienden y apoyan a los heroicos maestros oaxaqueños y chiapanecos de la CNTE. El gobierno debe estar asustado porque entre los asesinados en Nochixtlán, Oaxaca, hay indígenas, pequeños comerciantes y hasta un catequista que curaba los heridos, pero ni un solo profesor de la CNTE.
También gracias al aumento del nivel de conciencia popular frente a estas matanzas, el odio y el repudio a un gobierno asesino subieron un grado más. Ya se ha comprendido que no estamos sólo ante una represión antisindical, sino que el objetivo principal del régimen es acabar con los márgenes democráticos, destruir las bases mismas de la educación nacional de masas, imponer una dictadura militar disfrazada.
El salto en la subjetividad y la comprensión de los oprimidos fue muy grande, sobre todo en el sur: Chiapas, Oaxaca, Guerrero. Ante el repudio nacional organizado y creciente, el gobierno, que había declarado que no aceptaba dialogar terminó aceptando discutir. Ahora bien, con la CNTE no se puede discutir “en general” porque lo que están en juego es la derogación de la llamada reforma, la liberación de los dirigentes secuestrados y tomados como rehenes con acusaciones que nadie cree y el castigo a los asesinos.
Es posible, por tanto, que el gobierno intente bajar algunas marchas en la velocidad de su ataque y haga algunas concesiones menores para tratar de impedir nuevas manifestaciones populares (porque éstas lo obligan a negociar). Intentará superar esta tormenta, pero de aquí a 2018 no tiene ni mucho tiempo ni muchos medios para agravar la represión. A la mexicana, puede agregarle en cambio a ésta intentos de cooptación de dirigentes sindicales y políticos opositores siguiendo la fórmula de Obregón, según la cual ningún general resistía un cañonazo de 50 mil pesos. La garantía contra esa posible maniobra es el aumento de la movilización popular junto a los maestros y el firme reclamo de democracia y de legalidad. Ese será, de paso, el “voto” mexicano contra Trump.


miércoles, 22 de junio de 2016

LA EDUCACIÓN EN MÉXICO INTERÉS POLÍTICO Y ECONÓMICO

LA JORNADA. 22 de Junio de 2016

Adolfo Gilly

SEP: Vender el alma de la nación al Gran Dinero


La “reforma educativa” que a sangre, fuego y cárceles pretende imponer el gobierno federal va mucho más allá de sus fines declarados y de ser una “reforma laboral”, aun cuando ésta venga implícita en sus contenidos.
Se trata, como bien se dijo de la privatización del petróleo y de diversos servicios públicos, de una reforma en la estructura del Estado, es decir, de la relación históricamente establecida entre los gobernantes, el pueblo y los bienes materiales y simbólicos de la nación. Éstos se van traspasando de la propiedad estatal –según ley, herencia y patrimonio de todo el pueblo mexicano– a la propiedad privada o individual del capital financiero, mexicano y extranjero.
El caso de la educación es diferente y tal vez aún más insidioso. Sin necesidad de trasferir la educación a manos privadas –aunque en ciertos segmentos esta trasferencia está en curso desde hace tiempo–, de lo que se trata es de cambiar los contenidos, los objetivos y los fines de la educación del pueblo. De ahí la ofensiva, en curso desde hace ya tiempo, contra los portadores históricos y concretos de esos contenidos, los normalistas y los maestros de enseñanza primaria.
La “reforma educativa” es una mentira y un pretexto. La ofensiva del gobierno federal contra los maestros es en el fondo un ataque general contra los fundamentos de la educación republicana, que se ha convertido en una rémora y un obstáculo para sus fines, y contra quienes la llevan en sus vidas, sus conocimientos y sus modos de saber trasmitir a la infancia la educación de la República Mexicana, nuestra comunidad de historia, costumbres, vidas y destino en tanto “empresa histórica nacional”.
Qué se enseña, cómo se enseña, cuál es la relación en el aula con los niños y en el pueblo o el barrio con sus familias, cómo se hace para encender el afán de conocer y de estudiar y para ir dando desde la infancia los instrumentos intelectuales, el afán de saber y los sentimientos como nación y como pueblo: todo eso no se puede medir con exámenes “de opción múltiple”, además repletos de errores conceptuales y gramaticales.
Esos exámenes, y las formas e instalaciones donde tienen lugar, están concebidos como instrumentos de sumisión y humillación de la dignidad, el pensamiento y los sentimientos de los maestros y maestras, esos rasgos indispensables para la profesión magisterial. Antes que atender primero las condiciones materiales deplorables de tantas instalaciones escolares, la “reforma educativa” se propone doblegar la personalidad y la independencia de criterio de los educadores, dos condiciones indispensables para su oficio.
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La disputa por la educación, sus contenidos, sus conocimientos y sobre todo sus sentimientos, que se van formando desde la infancia y la escuela primaria, es un hilo conductor que recorre la historia nacional. Así lo vieron los grandes educadores y reformadores de los siglos XIX y XX. Ahora, en este siglo XXI, un poder ajeno a los sentimientos de la nación, el poder de las finanzas, el poder sin ley del dinero y de las armas, pretende sin discusión y sin consulta abrir las puertas para que, desde la maternal y la primaria, la adquisición de los conocimientos, el orden del pensamiento y la formación de los sentimientos de este pueblo mexicano –que de esto se trata la disputa por la educación, ayer con la Iglesia, hoy con el Gran Dinero– quede en manos de las necesidades del capital financiero y de sus exclusivos fines: la acumulación, la ganancia; y, para eso, la subordinación del trabajo manual e intelectual, de sus conocimientos y de sus vidas.
La televisión contribuye, pero no basta: controla la información, pero no alcanza a cambiar el ánimo y el sentir, que se forman en otros ámbitos humanos. Y de eso trata la empresa de la “reforma educativa”: quebrar la autonomía del pensamiento de los maestros, romper su relación intelectual y afectiva con el pueblo, las familias, sus sentimientos, alegrías y penalidades; e imponer que un programa de computadora, escrito por ineptos e ignorantes, les diga cómo enseñar y a quién obedecer.
Un rojo hilo de sangre y represión une a los estudiantes normalistas desaparecidos y a los muertos de la Escuela Normal de Ayotzinapa con los reprimidos, encarcelados y asesinados maestros de la CNTE, de Nochixtlán y de los pueblos y ciudades de Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Michoacán y otras geografías de este México sumido en la violencia de las finanzas, del crimen y de los poderes federal y de gobernadores y caciques.
La resistencia de los maestros y de sus pueblos es ejemplar. Pide, requiere y merece apoyo y protección de todo el universo educativo mexicano en sus diferentes niveles, y del pueblo de este país que, una vez más, acaba de dar su veredicto electoral sobre el gobierno federal y sus políticas.
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Este veredicto lo resumió en sus palabras (El País, México, 20 junio 2016), una señora de Nochixtlán, Patricia Sánchez Meza, a quien los federales le mataron al hijo de 19 años, Jesús Cadena Sánchez, estudiante de ingeniería y catequista, cuando iba a la parroquia del lugar para ayudar a atender a los heridos por las balas y los golpes de la Policía Federal. Patricia Sánchez se llama, le quedan cuatro hijas menores, es viuda y ella mantiene a toda la familia con su trabajo. En esos momentos están velando a su hijo en la sala contigua:
“Yo pediría que esas personas que mandaron a acabar con nuestro pueblo, den la cara, por lo menos. Porque no fuimos nosotros los que iniciamos el pleito. No. Aquí fueron los federales y los que los mandaron fueron nuestro propio gobierno, nuestro Presidente, nuestros diputados. Nosotros no estamos peleando nada. Nosotros cómo vamos a tener armas de fuego, que no tenemos ni siquiera una pistola en la casa, solamente que salgamos con tizones para tener fuego, porque no tenemos armas de fuego. No es posible que nuestro propio gobierno nos esté entregando como pueblo, porque fue al pueblo al que agredió, no fue a los maestros. El tráiler que quemaron fueron los federales los que lo quemaron, no fueron los maestros. No había cantidades de maestros. Había padres de familia, que estaban apoyando”.
Y cuando el reportero de El País, Pablo de Llano, le pregunta cuál es su conclusión y su sentimiento, la señora Patricia Sánchez responde con voz calma y pareja:
“Mi sentimiento es que en realidad estoy muy indignada contra el gobierno porque es el que nos está matando a nosotros como pueblo. Yo quisiera que el gobierno viera lo que nosotros estamos viviendo aquí, que den la cara, que nos ayuden, que nos apoyen, que nos digan por lo menos por qué nos están haciendo esto, por qué nos están tratando así después de que nos vienen a pedir su apoyo, casa por casa, cuando necesitan de nuestros votos. ¿Por qué nos hacen esto ahora? Somos mexicanos, hemos de ser tratados como tales. Que vean ellos a nosotros cómo nos tratan, nos están tratando como animales, a balazos. Quisiera yo que vinieran y tuviéramos un diálogo con ellos, para que así nos digan qué es lo que estamos peleando. Porque no sabemos ni por qué peleamos. Al final de cuentas ya no es tanto de la educación. Aquí está el pueblo que está indignadísimo contra el gobierno.
“Si ustedes quieren pasar a ver cómo está mi hijo, cómo me lo mataron, allí está…